
Durante siglos, hubo un tiempo en el que vestirse de púrpura era un privilegio reservado a emperadores, reyes y sacerdotes. Esa exclusividad en el uso del ‘púrpura de Tiro’, uno de los pigmentos más valiosos de la Antigüedad, no fue por un capricho o por que se tratara de un color bonito sino porque conseguirlo era increíblemente caro y laborioso.